Leandro Serodino es un músico y productor que tiene un canal de Youtube. En este, se dedica a criticar la música actual y dar testimonio de su experiencia profesional como músico. La perspectiva de la crítica, sin embargo, es lo que nosotros consideraríamos como reaccionaria. Ataca sin piedad la música urbana y más comercial y destacan sus objeciones mordaces a artistas como María Becerra, Dillom, Tiago PZK, La Joaqui, etc. Extremadamente polémico, no escatima en insultos y diatribas que funcionan de colchón emocional a sus argumentos y fundamentos. Se expele sin pelos en la lengua sobre feminismos, minorías, progresismo (blanco recurrente) etc.
Y sin embargo, es más de izquierda que muchos de los nuestros. Sobran los aduladores del gesto, reseñistas ateóricos que se basan en lo primero que expone el artista para formar su juicio. Hay validación a priori ante alusiones a la lucha de mujeres, validación a priori ante alusiones al gobierno autoritario de Milei, validación a priori no ya ante lo que hacen los músicos si no ante la reacción de su público. Parece existir una pulsión de festejo inmediato, celebrar cualquier cosa como un gol cuando la realidad es que la realidad pasa por otro lado.
Si Leandro Serodino tiene una virtud es que lee más allá de lo primero que se expone. Habla desde una ideología, de corte más conservador, casi inevitable por su formación musical; pero busca. Y si uno lee más allá las palabras de Serodino encontraremos más puntos de contacto con ese otro fascista-nazi-dictatorial-conservador-reaccionario de lo que una subjetividad compuesta pura y exclusivamente por discursos reproducidos puede soportar.
En la crítica a un artista de música urbana o similar no solo existe el juicio (empantanado de insultos) sobre la naturaleza musical del fenómeno (a mi modo de ver fundamentada teóricamente, más allá de estar de acuerdo o no con el esquema conceptual utilizado), pero también sobre la naturaleza económica y política del evento: no hay video de su canal en el que no mencione y le de especial énfasis a las productoras, los circuitos de comunicación y difusión musical, las organizaciones de festivales musicales, etc. Y dice exactamente lo mismo que diría el teórico marxista más duro. No es el objetivo de esta nota aportar claves sobre el sistema de producción artístico, sino dar cuenta de que la crítica al capitalismo existe de manera más contundente por derecha que por izquierda.
No es cuestión tampoco aquí de rastrear las causas (aunque como el pulso bajo el suelo de El Corazón Delator de Poe todos sabemos que están y cómo llegaron ahí) pero si queremos ser verdaderamente críticos al sistema de producción de subjetividades capitalista nos debemos el arrojo de 1) leer teóricamente los fenómenos culturales para no quedarnos en la superficie, para interpretar creativa y pragmáticamente, y 2) exponernos al equívoco para dar con el blanco de la crítica.
A modo de ejemplo, es muchísimo más nocivo lo planteado por Catriel y Paco Amoroso en su EP “Papota” que una canción de Los Herederos de Alberdi: Papota le pega al sistema sin transformarlo para pegarle, algo que tanto Brecht como Benjamin coincidían plenamente: no hay que pertrechar el aparato de producción capitalista de contenidos socialistas, hay que expropiar el aparato. Con este pegar sin transformar hacen que la revolución de los medios que dicen criticar se achique y se introduzca en una mecánica de absorción cultural que el capitalismo sabe muy bien cómo llevar a cabo. Es verdad que puede funcionar como resistencia simbólica Papota y todas las canciones de rap antisistema y anticapitalismo, pero es que tanto Papota como las canciones de rap antisistema y anticapitalismo están tan o más fetichizadas que el sistema en el que se producen: nadie dice en sus canciones la palabra “capitalismo”.
No porque María Becerra sea feminista o sea atacada simbólicamente por Milei (diciendole María BCRA) su música deja de ser capitalista y deviene en revolucionaria o siquiera que su música sea innovadora y ensanche las formas de percibir de los oyentes.
Hay que criticar más lo que se hace pasar por ‘revolucionario’. Nada que haga Sony va a cambiar al capital.