La serie comienza entre apagones de verano, cacerolazos y comentarios cipayos, efectivamente estamos en Argentina. Pero esta vez no es como en esas series en las que aparece un país difuso que podría ser cualquiera, en una ciudad con la que cualquiera pueda identificarse, en un tiempo cualquiera. Nuestros protagonistas juegan al truco, dicen cosas como “guardatutti”, “selargolla” o “cuento del tío”, en un gesto contrario a la buscada neutralidad industrial netflixeana que produce series en serie sin ningún tipo de rasgo o identidad local para poder comerciar y tener éxito en ‘todas partes’.
El Eternauta está plagada de referencias a la historia de nuestro país que se funden en las vivencias de los personajes como las asambleas vecinales del 2001, los saqueos, el exilio de los que se fueron y los que se van todavía en el presente. Puente Saavedra, el tren Mitre, la General Paz y el Monumental se vuelven escenarios de una ciencia ficción con sello nacional.
Un fin del mundo que suena a tango, folklore y Gilda
No es nacionalismo berreta, es que acá también hay historias que contar. Y cuando la catástrofe llega en vez de escuchar “no te metas Timmy” es más real oír “los de afuera son de palo” y en vez de “rayos, tengo mala suerte” es más probable que digamos ”estoy meado por un tatú carreta”.
En un mundo apocalíptico en el que nadie se salva solo, los protagonistas van conformando un héroe colectivo en el que para ayudarse van atando todo con alambre. Se protegen con cintex y lo que van encontrando, usan una estanciera vieja o un torino, lo que nos anima a soñar con otro tipo de ciencias ficciones fuera del paradigma hollywoodense.
| el próximo párrafo contiene spoilers
La cruzada de Juan Salvo se lleva adelante entre imágenes de un pasado-futuro que lo acompaña. Su historia personal es también la historia de nuestro país. En un momento Juan asegura que “volvieron las islas” justo cuando está volviendo a combatir una invasión. Hay mucho simbolismo alrededor de Malvinas y la verdad es una gran cerrada de boca a los que se quejaban de que Darín era viejo para el personaje. Los actores son un lujito.
En este mundo peligroso tenemos que estar juntos
La serie es atrapante y conmovedora. Los personajes no son intachables ni moralistas, hacen reproches machistas, sienten miedo, disfrutan en medio del horror, ven al otro como potencial peligro, enfrentan dilemas éticos pero igual ayudan a otros. Toman una decisión: “la gente buena tiene que seguir existiendo”. Cagados de las patas pero con valor, en palabras de su director, Bruno Stagnaro, la trama propone “salir adelante a partir de la limitación”. No hay héroe individual, es una historia de poder colectivo.