La Militancia Revolucionaria del Arte

26.11.2024

El arte permite una doble revolución: la revolución del sujeto respecto a su estar en el mundo y la revolución del sujeto respecto al otro.

1.


El arte permite una doble revolución: la revolución del sujeto respecto a su estar en el mundo y la revolución del sujeto respecto al otro. Son revoluciones de relaciones.

 

La primera es condición de la segunda, y la habilita una actitud receptiva. La segunda es condición del cambio real en una sociedad.

 

Para llegar a cada revolución, es preciso una técnica particular, condicionada históricamente, la cual depende de múltiples factores. Somos los teóricos del arte quienes debemos dar con los procedimientos que habiliten las revoluciones ¿Pero quién es un teórico? Aquel que hace teoría. Todos pueden hacer teoría, y sobre todo teoría para la liberación. Lograr la percepción de las funciones intelectuales de una sociedad como inherentes a todo ser humano que quiera poseerlas es quizá el logro mayor al que podemos aspirar como críticos y teóricos.

 

En literatura, tenemos que proponer (no imponer) una técnica particular para los movimientos de producción y recepción, lo que nos lleva a la nuclear pregunta: ¿Cómo hacer la revolución del y con el arte?

 

2.


La primera revolución (la del sujeto respecto a su estar en el mundo) se realiza en el proceso de lectura.

 

¿Cómo debemos leer para revolucionar nuestro estar en el mundo? Debemos leer entendiendo que aquello que tenemos en la mano es solamente algo, un material, una cosa, un fragmento de realidad que así como está puede no estar. La literatura es esa simple cosa, pero que por su constitución interna se transforma en LA simple cosa. El materialismo aplicado a la vida cotidiana implica justamente eso: perderle el miedo a las cosas. Desfetichizarlas. Este proceso de liberación de cierto valor cultural impuesto por las élites sobre la literatura la saca de su pedestal inalcanzable. La democratiza.

 

¿Cuál es el problema? Hemos sido obligados a alejarnos de la visión materialista del arte, y todo acercamiento a la lectura desde la libertad es impugnado. ¿Por quién? Y aquí radica el mayor avance del neoliberalismo sobre los derechos individuales: por nosotros mismos. Ha ocurrido en los últimos veinte años un proceso de introyección del mandato neo-liberal, que nos sume en una lógica de mercado-consumo que ya no se nos impone, si no que nos imponemos.

 

¿Qué tenemos que proponer los teóricos del arte de la izquierda? Una emancipación. Una técnica de lectura, un ejercicio, que permita acercarnos a esa forma negada de ver la literatura, y con ese acercamiento, combatir la introyección del mandato neoliberal. Solo entendiendo a la literatura como producto y no como santo, proceso alquímico-mágico, Dios o realización formal de una autoridad, podremos comenzar el cambio en nuestra forma de estar en el mundo. Y estaremos en condiciones de conectar con el Otro.

 

¿Qué técnicas de lectura concretas tenemos para ofrecer? Propongo una: la libre asociación. La libre asociación es un concepto psicoanalítico que sirve al analista para encontrar las relaciones profundas de la psiquis del analizante, que es quien procede a la libre asociación. Esta técnica se sirve de dos insumos básicos: la actitud de juego y la imaginación. Leyendo literatura utilizando como técnica primera la libre asociación, podremos jugar (actividad anti-mercado si las hay) con el lenguaje y acceder a un placer que nos es negado con la lectura. Doy el siguiente ejemplo:

La candente mañana de febrero en que Beatriz Viterbo murió, después de una imperiosa 
agonía que no se rebajó un solo instante ni al sentimentalismo ni al miedo, noté que las 
carteleras de fierro de la Plaza Constitución habían renovado no sé qué aviso de 
cigarrillos rubios […] (El Aleph)

Para empezar una lectura de libre asociación, arrancaría diciendo que no recordaba que empezaba así. El que me hace ruido es, particularmente, el adjetivo, candente. Y no sabría decir por qué resulta extraño o desfamiliarizado este adjetivo. Lo asocio, principalmente, con dos conceptos interrelacionados: sexualidad y televisión. Tal vez porque haya escuchado la palabra tiempo atrás en un prime time de Tinelli o algo parecido. Lo cierto es que van en conjunto. Sexualidad y televisión. Tomándonos de este mástil, nos dejaremos llevar. Veo, entonces, en la candente mañana algo del orden de la juventud, no porque la palabra sea utilizada por un o una joven, que hasta ahora nada se sabe, si no porque es un adjetivo aplicable a aquel sujeto ya desaparecido que veía el prime time de Tinelli pre 2015, pre Revolucion Feminista.

 

Vemos así, en esta transcripción de cierto flujo de conciencia al detenerme en el fragmento inicial de la cita, que la libre asociación resulta divertida (la aparición de de Tinelli es, en primera instancia, de carácter risible), pero esta diversión genera placer y desfetichiza EL cuento de la tradición narrativa argentina. Dirá el crítico: ¡Borges no quiso decir eso! O ¡Es una lectura anacrónica! Posiciones que asumimos a conciencia, puesto que no hay emancipación sin cierto grado de violencia (si meter a Tinelli con Borges no es violentar el hermosísimo cuento de El Aleph, que baje Marx y lo explique).

 

Imaginen la siguiente situación: Un amigue te pasó un poema que le gustó mucho, es de Cesar Vallejo. El texto dice lo siguiente:

Dulce hebrea, desclava mi tránsito de arcilla;
Desclava mi tensión nerviosa y mi dolor… 

    (Nervazón de angustia, en Los Heraldos Negros)

 

Y vos le respondes: Sí, está hablando de que quiere que una judía le haga una felatio. Será sorprendente la lectura, causará risa o incomodo a partes iguales, pero se será un poquito más libre, en tanto no estuvo la barrera que impone la burocracia educativa y la lógica de “la mejor respuesta posible”. 

3.

Ahora bien, si hay una conclusión de la larga producción teórica de la izquierda, es aquella que dice que el cambio espiritual y de conciencia no basta. Y es eso el núcleo de todo accionar revolucionario: las acciones hacen a las ideas y no las ideas a las acciones. La tesis 11. Y todas las fuentes imaginables. Porque en la primera revolución, la de la recepción, hay una actividad, muy agitada y candente por otra parte, pero no es intersubjetiva. La segunda revolución es la que nos  permite ingresar en el campo de la acción subjetiva para proponer (no imponer) una ética del arte, una forma de relacionarse con el arte. 

 

Y esta es una militancia ardua. Quizá la más complicada. Porque podemos juntar afiliaciones, volantear, hacer un mural, repetir hasta el hartazgo la composición interna de la base y de la superestructura, las operaciones de la hegemonía y la legitimidad, etc. Pero la cosa se complica cuando es conectar con el Otro. El arte tiene esa cualidad: nos conecta de manera íntima con lo ajeno. Promover una ética del arte con acciones directas es quizá descabellado porque no entra en las concepciones ni siquiera de la propia izquierda. Entonces lo revolucionario surge. Lo que te mueve el piso de verdad no es que te hablen del candidato de turno del Partido que fue a internas: lo que te mueve el piso es que te hablen de arte. Porque no te lo esperas. Nadie se espera que le militen un poema, y mucho menos que le digan que una forma de leer o una forma de escribir te va a hacer más libre. Y eso es lo que queda. Queda lo distinto del abordaje.

 

Supongamos: alguien con la remera del PC se acerca hasta vos. Te saluda. Y en vez de entregarte una hoja A5 con la tinta borroneada en la que apenas se distingue la palabra “Asamblea”, “Estrategia” y “Palestina”, te entrega un poema de Ernesto Cardenal, un poema que a la mitad dice:

             lo grave es que no sabes

             como yo tampoco sabía

             que muchos mueren en el Congo

                          miles y miles

                          por ese celular

                          mueren en el Congo (El Celular)

Pero hay un paso más, donde la segunda revolución termina por concretarse: ese militante sonriente, con un poema en la mano, te pregunta: ¿Qué opinas? Y vas a quedarte en blanco. Totalmente en blanco. Absolutamente en blanco. ¿Por qué? Porque ningún partido nunca te preguntó tu opinión sobre un poema. Y la revolución está ahí. Esa persona volverá a su casa y en el mejor de los casos, googleará a Ernesto Cardenal. Y tal vez encuentre este ensayo u otro que haya sido escrito con la técnica de la asociación libre, y empezará su primera revolución. Y si toma valor, tal vez acuda a la segunda revolución. 

 

4.

¿Qué es lo más importante de esta segunda revolución? Que requiere nada más que valentía. Ni siquiera organización, ni siquiera un jefe de distrito o coordinador en un grupo de WhatsApp que te pase días, horarios o métodos. El procedimiento de abordaje, anárquico por naturaleza, es en sí Revolucionario, más allá de su tendencia, porque hace lo que ninguna militancia hace: involucrar al Otro que está siendo militado, activamente, en el momento. 

 

En el tintero quedan muchas otras cuestiones: la utilización de inteligencias artificiales, la construcción de lazos comunitarios (y en tanto que comunitarios, combaten el individualismo, y en tanto que combaten el individualismo, combaten las lógicas del capitalismo) mediante la literatura, las nuevas formas de organización teniendo la militancia del arte como núcleo, etc. Pero eso es tema de otros ensayos. Míos, o tuyos.