Un debate a partir de la detención de CFK

La detención y proscripción de Cristina Fernández de Kirchner representa una avanzada autoritaria que busca debilitar, estigmatizar y perseguir a un conjunto de ideas y acciones ligadas, en el imaginario social, al campo popular y las izquierdas. Fuera del hecho superficial, existe un estado de excepción en curso que expresa la ofensiva de una amenaza fascista en Argentina. Es también, un punto de llegada de un conjunto de derrotas del campo popular y errores del peronismo. Lejos de cortar puentes con quienes han optado por el peronismo como una opción para enfrentar a la extrema derecha, la siguiente nota busca realizar balances que nos permitan caminar de ahora en adelante. Derrotar el proyecto que hoy encarna Milei y La Libertad Avanza es un gran desafío que no puede afrontarse sin balances, con críticas superficiales o con silencio. Como siempre, la crítica es nuestra arma para afrontar las derrotas y salir mejores.

| Los hechos

En tiempo récord luego de anunciar su candidatura por la tercera sección electoral de la Provincia de Buenos Aires, la Corte Suprema rechazó la defensa y dio curso a la condena a Cristina Fernández por la Causa Vialidad. Un primer elemento a destacar es la reacción de sorpresa del conjunto del campo popular e incluso de sectores de izquierda. Este asombro expresa una caracterización errónea del gobierno de Milei y la situación que vive el país que tiene antecedentes muy recientes. Por ejemplo, la idea de que el Congreso iba a frenar las medidas de Milei o que no iba a poder gobernar. O también las expectativas acerca de un posible desastre económico a corto plazo que tiraría por el puente el apoyo de los sectores populares al gobierno. Al momento, ninguna de las dos cosas ocurrieron ni pareciese que vayan a ocurrir. Lo que sí ocurre es una ofensiva sostenida de medidas anti populares, algunas de naturaleza económica como el RIGI, el desgüace del Estado, la búsqueda de una reforma laboral y previsional. Otras, que buscan cambiar la naturaleza democrática de Argentina como las facultades delegadas, la persecución a las militancias y la oposición e incluso la destrucción de las disidencias internas dentro de LLA. Quieren convertir a Argentina en un estado de excepción donde si bien pueden existir las leyes, elecciones y parlamento se encuentran reducidos los derechos constitucionales al mínimo y a la interpretación parcial que haga el poder real del país. Así, buscan meter presos a militantes, proscriben dirigentes opositores, se naturaliza la represión a jubiladxs o funciona el gobierno sin la votación de presupuesto anual. Existen las instituciones de la democracia liberal pero su contenido y funcionamiento es muy distinto al ciclo anterior.

 

En este sentido, existe un punto de la historia reciente del país sobre el que tenemos que reparar para pensar la situación general. Parece una obviedad decirlo pero hace falta ahondar en las conclusiones que se debieron tomar de este hecho: el intento de asesinato de CFK. Este acontecimiento implicó un punto de inflexión sobre los alcances y los límites de la democracia como la conocemos, ya no desde el 2001 y la última recomposición institucional durante los gobiernos del kirchnerismo, sino incluso de la democracia como la conocemos desde 1983. La reacción del conjunto del peronismo fue de sorpresa y de inacción. Lo que debía suponer una movilización multitudinaria de masas no lo fue. El rechazo fue mayoritariamente declamativo y se entregó la investigación al Poder Judicial sin construirse una agenda de reclamo callejero. Mientras que la ultraderecha está dispuesta a utilizar todos los métodos de lucha contra su enemigo, el peronismo y el progresismo parecen no querer y no poder (según el sector) soltar los métodos institucionales para hacer política con los que se formó las últimas décadas.

 

La independencia política no puede ser sinónimo de neutralidad ante la ofensiva de la ultraderecha. Pese a las diferencias con los gobiernos del ciclo kirchnerista, nuestras críticas generales al peronismo como movimiento nacional, reconocemos que es de primer orden para cualquier militante de izquierda rechazar categóricamente la condena y movilizar para tirarla abajo. Consideramos además que existe un trasfondo mucho más amplio y profundo que la detención de CFK: el estado de excepción actual y la amenaza autoritaria de un cambio de régimen.

 

Es un acuerdo bastante obvio decir que la detención debería haber tenido una reacción mucho más masiva y confrontativa por parte de quienes nos ubicamos en el campo de oposición al gobierno de Milei. Sin embargo, tenemos dos elementos centrales que explican la situación actual. Uno es la decisión del conjunto de la dirigencia política y sindical expresada en las reuniones en el PJ convocadas por CFK. Allí, se decidió centrar el debate en las condiciones de detención y en acciones sobretodo dedicadas al conjunto de la militancia peronista. La orientación no fue rechazar masivamente la condena, buscar un indulto o tirarla abajo. Tampoco fue aprovechar la oportunidad para discutir con el conjunto de la sociedad las consecuencias que tiene para cualquier persona de a pie la detención de la ex presidenta de la nación. La orientación consistió en negociar las condiciones de la detención de CFK y reforzar un sector de la interna del peronismo en desmedro de otro.

 

El otro aspecto es de largo alcance y consiste en la forma de militancia del peronismo en las últimas décadas, en un sentido que prioriza lo institucional como método para realizar política. Sobre esto centraremos el punto siguiente.

| Como organización política pensamos que es imposible. tiene que ir: Es imposible

Como organización política pensamos que es imposible construir un capitalismo “bueno” o con “rostro humano”. También, que la distribución de la riqueza que permiten los gobiernos progresistas-populistas o que buscan modelos de sustitución de importaciones es parcial en el tiempo. Esto se debe a que pueden distribuir en los contextos de crecimiento económico internacional de los precios de los commodities y cuando eso se modifica, se enfrentan a la necesidad de ajustar al pueblo o a los ricos, a ceder o a profundizar su programa. Esa situación repercute siempre un punto de inflexión donde tienen que decidir si ceden a la agenda de la derecha y el centro o profundizan una orientación de ofensiva contra el poder real.

 

Sin embargo, es correcto afirmar que CFK hizo mucho por la distribución de la riqueza en los marcos del capitalismo. Durante sus gobiernos hubo crecimiento económico, existieron un conjunto de políticas sociales que se enmarcaron dentro de planes y subsidios, leyes progresivas en materias de derechos humanos y género, entre otros aspectos. El problema yace en que también hizo mucho por no entrar en una confrontación directa con los grandes sectores de poder real. Nunca se propuso una transformación real del poder judicial (como la que hoy por ejemplo, se da en México con la elección directa de los jueces), no optó a diferencia de los gobiernos de Bolivia y Venezuela por la movilización social como método de presión en las jornadas contra el campo en 2008 y asumió su posterior derrota con la oligarquía. Incluso, pese a la prédica contra Clarín, nunca efectivizó realmente la Ley de Medios. Sobre su relación con los sectores de la economía concentrada, con orgullo ha declarado muchas veces que el peronismo son los “pagadores seriales” de la deuda en Argentina y que en su década las grandes patronales la “levantaron en pala”. 

 

Lo interesante para pensar políticamente acerca de las limitaciones de estas orientación es que ninguna de estas concesiones y ninguna de estas ausencias de propuestas de ofensiva sobre los intereses del poder real concentrado en nuestro país son suficientes para que la derecha y el poder no la persigan. Sus medidas, aunque para nosotrxs limitadas, son motivo suficiente para el poder para meterla presa y destruir políticamente las conquistas populares mientras que sus concesiones nunca serán suficientes para que no la ataquen. La prisión de CFK en parte explica una tesis: si pretendés ser un gobierno popular y no vas en contra del poder concentrado, el poder concentrado luego va a venir por vos. 

| No se puede luchar solo con métodos institucionales contra un gobierno autoritario

La manera de hacer política que tomaron las organizaciones peronistas luego del 2001, en principio en el ciclo kirchnerista, luego como oposición e incluso en el gobierno de Alberto Fernández priorizó los métodos institucionales. Se subestimaron los alcances de la movilización callejera y la organización popular desde abajo en reiteradas ocasiones. No se consideró, desde la dirigencia a la lucha social como medida transformadora, como garante del cambio, como forma de torcer los discursos. Las ofensivas de las derechas que hoy se hacen desde el gobierno, están muy lejos de ser nuevas ya que por lo menos desde el conflicto con el campo en 2008 se vienen profundizando expresiones electorales y políticas del campo del poder real concentrado. Sin embargo, no se optó por la construcción de espacios de poder popular ni tampoco de discusión de espacios sociales y políticos en la vida nacional como los procesos constituyentes en Ecuador o como realiza actualmente Colombia haciendo votar directamente a las personas si quieren determinadas reformas que afectan su vida cotidiana o no.

 

Desde la dirigencia para abajo esto tuvo distintos correlatos. Las principales organizaciones optaron por una formación de la gran mayoría de sus cuadros en gestión estatal más que en organización popular. Por otro lado, la visión que el peronismo reciente construyó de su propia historia como movimiento priorizó los aspectos institucionales más que los de confrontración con el poder real. La lectura que se difundió sobre los 70′ en vez de poner el centro en la confrontación con la oligarquía, las organizaciones político-militares, la justicia social y el socialismo se instaló que perseguían a “todo aquel que pensaba distinto”. Si bien casos particulares que existen sobre lxs 30.000 pueden haber servido para discutir con sectores indiferentes o tibios la necesidad de que avancen los juicios, esta caracterización está muy lejos de representar la realidad de los proyectos políticos que se disputaron en el país en ese entonces y sobretodo de las formas utilizadas.

 

Incluso, en la retórica sobre la Resistencia Peronista, los fusilados de León Suárez y el levantamiento de Valle se pusieron en primer plano los acuerdos políticos y pactos democráticos como el de Perón con Frondizi. Si estudiamos la historia podemos ver que la Resistencia, cuando los canales institucionales estuvieron cerrados y el peronismo proscripto utilizó otro tipo de métodos: reuniones en secreto, periódicos clandestinos, ataques a máquinas en las industrias, bombas y acciones relámpago de propaganda. Así, la institucionalización recorrió la visión de la propia historia, la transformación de una militancia que tenía el eje puesto en la construcción social antes del 2001 a lógicas estatales y la formación de camadas militantes enteras que no les tocaron, exceptuando algunas jornadas de lucha en el macrismo durante 25 años acciones de resistencia, planes de lucha y medidas de acción directa.

 

El problema actual al que asistimos como campo popular e izquierdas es que el gobierno de Milei reduce la democracia al mínimo. ¿Podemos seguir peleando solo con métodos institucionales? ¿Con un congreso comprado que ni siquiera discute presupuesto? ¿Con una de las principales dirigentes de la oposición proscrita? ¿Con un Poder Judicial que actúa a dedo de las órdenes de los dueños de Argentina? La respuesta es que no. A las viejas y nuevas generaciones nos tocará desde ahora construir métodos de lucha que confronten con un gobierno que nos considera el enemigo. Esto no es exagerado. No es una sorpresa. Nos lo dicen en la cara cada vez que prendemos la televisión. Es hora de pasar del estado permanente de sorpresa a organizarnos en consecuencia del momento histórico que nos toca vivir.

| ¿Puede haber una rebelión contra la detención?

Si bien no debemos hacer futurología -y ojalá me equivoque escribiendo esto- parece el escenario menos probable. Un desborde por abajo, una rebelión que sacuda el país iría en contra de las direcciones actuales del PJ y de la lógica de construcción que prioriza el aspecto institucional de la política antes mencionada.

 

Quienes participamos de movilizaciones en estos días vimos una base dispuesta a luchar. En general, la contradicción entre las bases y la dirigencia no suele ser la norma de la política sino su excepción, sobre todo cuando esta se expresa de manera abierta. Pero vimos gente suelta, gente que se identifica como peronista e incluso base de organizaciones que se han mantenido en un estado de alerta, acompañando las medidas y a la espera de una señal que indique una acción. ¿Pueden las dirigencias en un contexto de persecución y crisis ser ese actor que unifique y convoque? Esto es algo que se viene discutiendo desde el peronismo y es verdad que no es tan sencillo de responder. Pero sin duda la dirigencia podría estar jugando otro rol. Podemos discutir los caminos, la detención de una dirigente del peso de CFK no es una situación de normalidad. Sin embargo, tiene que quedar en claro que la ruta tomada no es la única posible. El paro general, los cortes de ruta, la discusión de cara al conjunto de la sociedad sobre las implicancias de la detención, la organización de la militancia propia en el debate cotidiano son todas medidas que deberían masificarse. Lo que está a las claras es la existencia de un radicalismo pasivo donde de manera discursiva la situación no da para más pero nadie se anima a pisar más allá del terreno conocido.

 

La prédica del 17 de Octubre queda totalmente lejana con un peronismo mayoritario que ha incorporado métodos burocráticos en la dirección de los sindicatos, la gestión de escasos recursos por parte de sus principales cuadros desde el estado y la lógica de construcción institucional como motor de las militancias. Esto no niega que existan dentro de distintas organizaciones sociales, sindicatos e incluso organizaciones políticas militantes y dirigentes que opten por otro camino. El debate pasa porque las orientaciones democráticas y de lucha no representan a los sectores mayoritarios del peronismo en esta etapa como sí ordenan -por ejemplo- las reuniones en el PJ. En relación a los métodos institucionales desde nuestra perspectiva es relevante poner en el centro que cambió la etapa política. Y por ello, más que nunca, las orientaciones y los métodos también deben hacerlo

| ¿Por qué atacan ahora a CFK?

El escenario actual sería impensado hace 10 o 15 años. La pregunta entonces es qué pasó en el medio. Paulatinamente, desde el 2012-13 el kirchnerismo y posteriormente el peronismo en su conjunto -sobretodo luego del gobierno de Alberto Fernández- viene perdiendo su base de representación histórica y discutiendo cada vez más hacia la interna y menos con el conjunto de la sociedad. Como consecuencia de esta transformación se expresan los malos resultados en las elecciones provinciales que han transcurrido en los últimos meses. En algunas, incluso, siendo tercera fuerza.

 

La derrota del Frente de Todos fue más que electoral (como lo había sido, por ejemplo, en 2015 en el balotaje Macri-Scioli) una derrota política. La gestión del gobierno era indefendible y sintetizó varias experiencias fallidas a la vez. La primera, la posibilidad de unificar en una sola política a las tres alas del peronismo en ese entonces: CFK, Alberto Fernández y Massa. La segunda, la idea instalada (correctamente fundamentada) de que el peronismo decía pero no hacía, una de las enseñanzas más grandes que tomó Milei de la experiencia de AF: hay que hacer lo que decís. La tercera, la subestimación de la inflación como indicador económico frente a la gran macroeconomía cuando en realidad, es uno de los índices más directos para medir el bolsillo de los laburantes. Es decir, los sectores que si sos un proyecto popular deben ser tu brújula.

 

Sobre esta derrota emerge la Libertad Avanza, primero como una fuerza outsider y luego con el apoyo del conjunto del poder real y la unificación del conjunto de la derecha detrás de la candidatura de Milei. Lejos de solucionar sus problemas, la interna peronista se profundizó a partir del debate de quién era la responsabilidad del desastre del gobierno del FdT y posteriormente en la interna Kiciloff-CFK. Estos debates, se mantienen a mucha distancia de reconstruir el vínculo con la clase trabajadora y el pueblo que han perdido al menos en una porción muy importante. Muchas personas lo ven como un debate más entre políticos por poder. Al decir de Milei, un debate de casta. En parte, tienen razón. La interna debilita al campo opositor a Milei y favorece el avance de las medidas de ofensiva económica y autoritaria. Se instala, además, sobre la orientación general de esperar a 2027 para derrotar al gobierno electoral y no apostar a frenar sus medidas ni mucho menos a tumbarlo en las calles. Un error que ya se cometió con el “Hay 2019” con Macri.

 

En síntesis, no es casual que ataquen al peronismo en su peor momento. Al igual que la mayoría de la persecución a los dirigentes del progresismo de Latinoamérica, estas ofensivas se dan en momentos de debilidad y no de fortaleza. Lula en Brasil es detenido luego de un mal gobierno de Dilma y su posterior impeachment por parte de la derecha. Correa, en un escenario de traición interna del mandato de Lenin Moreno y el cambio de orientación de su partido. Salvando las distancias por su corta experiencia, incluso a Pedro Castillo luego de tener una política ambigua respecto a su agenda de ministros e incluso reprimir manifestaciones sociales. A su vez, el gobierno tomó nota de que la reacción ante el intento de asesinato de CFK no fue lo suficientemente fuerte. Una muestra constante de limitaciones del proyecto, internas que debilitan y pérdida de base de representación histórica son anotadas en las hojas de la derecha y el poder real para avanzar en la condena.

| Orientaciones hacia adelante

Lo que hay en curso es un estado de excepción con aparente legitimidad en una porción de la sociedad e indiferencia de otra parte que se mantiene expectante a la espera de un crecimiento económico que selle su confianza con el gobierno. Los canales institucionales están mayoritariamente cerrados, por lo cual los métodos institucionales para hacer política deben ser necesariamente cuestionados y reinventados. Es imposible pensar en buscar solo salidas institucionales en contextos autoritarios ya que estos solo se vencen con la pérdida de confianza de grandes porciones de la sociedad y la acción callejera de masas que tenga como protagonista a los sectores populares.

 

Sin ningún tipo de sectarismo desde las izquierdas tenemos que compartir la experiencia de una base social y política que le parece que es insuficiente la dirección del PJ pero que a la vez se encuentra desorientada sobre el camino a recorrer. Ser parte de las movilizaciones y convocatorias nos permite rechazar la medida, discutir su carácter general dentro de los planes del gobierno y la ofensiva del poder y discutir con el conjunto de las militancias la posibilidad de explorar otros caminos que tengan como centro la lucha callejera.

 

En el escenario actual contra la detención y proscripción de CFK, es necesario dar un debate para unificar el conjunto de las luchas en curso contra lo que estamos peleando: un gobierno autoritario. Hasta que no logremos revertir la correlación de fuerzas, el gobierno seguirá avanzando en cada medida económica y antidemocrática. Para ello, es necesario y urgente que se de una pelea unificada en las calles. Allí, deberemos encontrarnos sectores de diversas ideologías políticas contra la amenaza fascista. 

 

Hacia delante, debemos tomar nota de las lecciones de nuestro momento histórico. La existencia y perdurabilidad en el tiempo de un proyecto popular en Argentina, así como en toda América Latina, depende de la voluntad de cuestionar y afectar los intereses del poder real. Sin una reforma drástica del Poder Judicial, sin cuestionar las riquezas del 1% que no invierte en el país, guarda sus riquezas afuera y explota al pueblo y sin avanzar sobre los monopolios comunicativos de la derecha, los proyectos que pretendan ser populares tendrán una vida muy corta. Sobre todo en un contexto de guerra y recesión internacional como el actual donde el crecimiento económico que permitió al primer ciclo de gobiernos progresistas parece estar muy alejado de nuestra realidad. 

 

Además, es necesario un cuestionamiento mucho más profundo de la democracia y una renovación de la vocación de construir participación de las mayorías sociales en la política. La defensa nostálgica de “lo viejo” no conecta con grandes porciones de la sociedad que vieron cómo la educación y salud pública y sus condiciones de laburo se fueron deteriorando mientras le hablaban de progreso, inversión estatal y crecimiento macroeconómico. Se vuelve urgente que un proyecto político que pretenda la transformación profunda de la sociedad desde sus bases retome la construcción de una imagen de futuro distinta.

 

Si no se logra construir poder popular, organizaciones directas del pueblo que debatan, tomen decisiones y tengan incidencia en la sociedad, los proyectos populares dependen exclusivamente de la dirigencia política e incluso de algunas personas en particular. Nuevos ciclos políticos significan también nuevas posibilidades de reagrupamiento, incorporación de nuevas camadas a la militancia y revisión de orientaciones por parte de otras. Este camino debe ser explorado sin dogmatismos pero con una certeza: para enfrentar la amenaza fascista necesitamos construir una alternativa popular y socialista que esté dispuesta a ir a fondo contra el poder real y le de poder al pueblo. Porque como decía Lenin: “todo es ilusión salvo el poder”.