Una ventana delirante

12.08.2025

El lenguaje de la poesía se dividía en dos modos: o bien debía desarticularse para pasar el límite de la realidad, despertar consciencia por el desacomodo de la misma; o atacar las contradicciones estructurales del capital con una escenificación ficcional mínimamente evidente. La cuestión, sea como sea, es poner en crisis al capitalismo tardío. Pero de lo que se trata hoy no es de poner en crisis, porque el mundo se pone solo en crisis. De eso se encargan las redes, la tele, la radio, los portales de información. Estamos enfermos de información, y por tanto, estamos en plena consciencia del impacto negativo del capital. El arte no tiene margen para la crítica porque la esfera pública está, dicho de manera coloquial, pasada de rosca  ¿Qué podemos ofrecerle a un mundo que encontró, con el cuerpo y su lenguaje, el límite? Romper el límite. En esto estamos de acuerdo con el primer modo del lenguaje poético; pero ¿De qué manera pasar el límite de la realidad? En un lugar donde no la haya: la imaginación.

 

El arte tiene que extender, desde afuera, el límite de lo posible. Sin embargo, este gesto de contrabando debe ser inteligible para los fachos y los nomeinteresa ¿Por qué frontera de la poesía contrabandeamos el futuro? ¿Por la forma, por  el contenido, por su distribución editorial?

 

Mas que un espejo realista necesitamos una ventana delirante. Un espacio al qué asomarse para avizorar el futuro. La temática es el elemento inteligible (todos podemos identificar “de qué trata un texto”) que podemos controlar como escritores.

Es por medio de la temática de un poema que tanto propios como ajenos podemos coincidir, a nivel general por lo menos, en lo que vemos. Pero la temática no puede tener la modalidad de la crítica clara o la desestructuración del lenguaje para alcanzar nuevas fronteras: debemos hacer que la temática sea imaginar el futuro. Hablar directamente de los mundos posibles, de cómo es vivir en el mundo comunista que deseamos, de qué problemas hay en el nuevo mundo. Solo así se constituirá la ventana delirante que necesitamos, para que zurdos, fachos y nomeinteresa deseemos el mundo que está por suceder.

En mi mundo comunista

habría una huerta comunal.

La ubicaría en la Plaza San Martín.

Habría un placard viejo

en el que habría azadas,

azadones, bolsas con semillas,

baldes, cribas y en la puerta

del lado de afuera

estaría pegada la organizacion semanal de uso.

 

En mi mundo comunista

Habría un galpón

cerca del río.

Allí habrá sectores

gigantes

inmensos

con cajones de verdura,

con paquetes de harina leña lentejas

¡legumbres!

voy con mi esposa:

queremos preparar ensalada rusa.

En una bolsa de tela que pintó nuestro hijo metemos papa, zanahoria, huevos,

la mayonesa es casera

 

En mi mundo comunista

hay asambleas semanales

en mi barrio: Echesortu.

Está dividido en cuatro sectores

cada mes nos reunimos todos

y entreotras cosas, hacemos lo siguiente:

establecemos las prioridades

(a los que no tienen vivienda se les asigna una

a los enfermos y jubilados se les asigna compañia)

organizamos eventos culturales

(así nos dimos cuenta 

que en este barrio hay mas poetas

de lo que uno esperaría)

y hacen el balance de la comida

las garrafas

y se asignan tareas,

a mí se me asignó dar a conocer nuestras asambleas.

 

En mi mundo comunista

no cesan de haber conflictos

y se pone peluda la cosa

y no puedo dormir algunas noches por la angustia:

ayer desaparecieron cinco kilos de papa

de la casa comunal,

la que está ubicada en la vieja estación de tren

y no nos traen desde el tambo

la leche y los quesos.

Hoy dos ciclistas se pelearon

porque casi chocan con un GraTaxi

 

¿Residuos?

 

En mi mundo comunista

todas las noches de verano

salen, a la puerta de mi depto,

una banda de nenes de diez años

a jugar a la pelota.

Ya van cinco vidrios rotos

pero les tengo fe:

capaz algun día

sean como Messi.

 

En mi mundo comunista

todas las noches de verano

calle Mendoza

desde Lima hasta Iriondo

se llena de mesas guitarras fogones

allí conocí a la que hoy es mi esposa

porque compartí por azar una mesa a la altura de Alsina.

No encontraba lugar para sentarme

y me llamó quien hoy es mi suegra.

Supe antes el sabor de las milanesas de su mamá

que su nombre

pero supe al instante

por cómo me miraba

(y esto es algo que trasciende a los modos de producción)

que entre tanta algarabía

entre tanta vida noche y carnaval de marzo,

entre tanta solidaridad

entre tanta comida

entre tantas palabras

entre tantos bienes que eran de todos

entre tantos sueños realizados

me había encontrado.