El enfrentamiento en Stalingrado fue la culminación de la Operación Barbarroja, la colosal invasión de la Unión Soviética lanzada por Adolf Hitler el 22 de junio de 1941. Considerada la ofensiva terrestre más grande de la historia, involucró a cerca de cuatro millones de soldados alemanes y sus aliados, respaldados por un imponente despliegue de tanques, artillería y aviación.
La invasión tenía un fuerte trasfondo ideológico. Hitler sabia que tenia que tomar la URSS para ponerle fin al comunismo, su principal enemigo. La destrucción del Estado soviético era un objetivo central del Tercer Reich, tanto por su significado ideológico como por la necesidad de explotar los vastos recursos naturales y la mano de obra de la región en beneficio de la maquinaria de guerra alemana.
Tras avanzar profundamente en territorio soviético durante 1941 y 1942, el ejército alemán centró su ofensiva en el sur, con la intención de capturar los pozos petroleros del Cáucaso.
Stalingrado, ciudad clave a orillas del río Volga, se convirtió en el epicentro del enfrentamiento. Lo que comenzó como una ofensiva relámpago se transformó en una brutal guerra de desgaste, con combates callejeros encarnizados donde cada edificio, cada ruina y cada metro de terreno eran disputados con ferocidad.
El Ejército Rojo, bajo el liderazgo del general Vasili Chuikov, resistió con tenacidad, implementando tácticas de combate cercano que neutralizaron la superioridad de la Wehrmacht en armamento y estrategia. Mientras tanto, el mariscal Gueorgui Zhúkov diseñó la contraofensiva soviética, conocida como la Operación Urano, que en noviembre de 1942 logró cercar al 6.º Ejército alemán comandado por el mariscal Friedrich Paulus. El líder soviético, Joseph Stalin ya había dado la orden de liquidar, como fuera, a todos los nazis-fascistas.
Es así que, atrapadas en un crudo invierno y sin posibilidad de recibir refuerzos, las tropas alemanas sufrieron hambre, frío y enfermedades. Hitler ordenó a Paulus resistir hasta el final, negándole la opción de retirada. Sin embargo, la situación era insostenible. Finalmente, el 31 de enero de 1943, Paulus se rindió con parte de sus fuerzas, y el 2 de febrero lo hicieron los últimos focos de resistencia. De los 300.000 soldados alemanes que iniciaron el asedio, menos de 100.000 fueron capturados con vida, y solo unos pocos miles lograron regresar a Alemania años después.
La derrota en Stalingrado fue el punto de quiebre para la Alemania nazi. A partir de ese momento, la Wehrmacht se vio obligada a retroceder en el frente oriental, mientras que la Unión Soviética tomó la iniciativa y comenzó su avance hacia Berlín.
Más allá del impacto militar, la batalla tuvo un enorme peso simbólico. Demostró que la maquinaria bélica nazi no era invencible y fortaleció la moral de los Aliados. Stalingrado pasó a la historia no solo como una victoria decisiva, sino también como un testimonio del sacrificio y la resistencia del pueblo soviético frente a la agresión nazi. Stalingrado significa hoy el terror de los nazis-fascistas. Son las palabras mas temidas por los que ahora quieren volver, junto a “Ejercito Rojo”, “Stalin” y “Comunista”.
De a partir de ahora, la esvástica encontrara un Stalingrado en cada ciudad.