Obreros de la industria, del sector de servicios y de la tecnología

Por Peter Mertens.

06.08.2024

Desde el punto de vista de la tecnología, la revolución digital marca un valioso paso adelante pero, desde el punto de vista de las relaciones de

propiedad, no hay ninguna diferencia cualitativa con respecto al período en que la máquina daba sus primeros pasos.


Según Negri y Hardt, puesto que «la composición del proletariado ya no es la misma, conviene revisar su definición». «A menudo se concedía a la clase obrera un papel preeminente (…) tanto en los análisis económicos como en los movimientos políticos. Hoy en día esta clase obrera casi ha desaparecido del panorama. No ha dejado de existir, pero la han desalojado de su posición privilegiada en la economía capitalista y de su posición hegemónica en la composición de la clase proletaria». Y, añaden los dos autores, «se podría calificar el paso de la dominación de la industria a la de los servicios, un proceso de post modernización económica, o mejor dicho, de informatización».

Cuando surgió el capitalismo, la agricultura era, aún más que hoy, el sector más desarrollado. Pero no era el sector determinante. Lo que fue concluyente, fue el paso de un modo de producción agrario a un modo de producción industrial sobre una base capitalista.
El hecho de que el proletariado industrial constituya «la parte preponderante de la clase obrera» no tiene nada que ver con su número. Si no con su posición en el proceso de producción. Es el grupo que sufre más directamente la explotación. La clase obrera crea la plusvalía repartida entre los diferentes sectores no productivos. Es la que domina los eslabones vitales de la economía.
Conviene sin embargo poner en duda el mito acerca del número de trabajadores de la producción. El número de obreros de industria, el núcleo productivo de la clase obrera, es más importante de lo que se menciona en las estadísticas clásicas en la sección «industria». Una parte importante del «sector terciario» asalariado, también forma parte del núcleo productivo, de la parte activa en el proceso de producción, en el transporte o el almacenamiento. A grosso modo, se puede decir que en Europa el proletariado industrial cuenta con unos 60 millones de trabajadores asalariados (en la industria o los servicios vinculados a la industria) y, en Bélgica, hay un proletariado industrial de 1,1 millones de trabajadores asalariados. (NDT: En España, en 2008 había 2,9 millones).

En Europa, cerca de 14 millones de trabajadores asalariados trabajan en «business services» (servicio ligados a las empresas – véase Tabla 4). Se trata de los sectores informáticos vinculados a la industria, el mantenimiento tecnológico, las empresas de limpieza industrial, seguridad y mantenimiento técnico, así como los estudios de mercado, la publicidad y el reclutamiento de personal. Para estos sectores, el crecimiento es doble. Por una parte, la informatización en perpetuo desarrollo infla el empleo en los sectores informáticos. Y, por otra parte, en estos sectores se encuentran un gran número de empleos de «subcontratatas» (outsourcing) que, antaño, se clasificaban en la sección industria. Lo importante, es que estos sectores están vinculados al proceso de producción. Y es una infravaloración asumir que la mitad de los 9 millones de trabajadores asalariados del sector de los transportes (por tierra, mar y aire) esté activa en el proceso de producción mediante el transporte de mercancías. Por otra parte, otros sectores terciarios están también implicados en la producción, por ejemplo los servicios de mensajería como DHL (Deutsche Post) que ahora se incluyen en la sección correo y comunicaciones.

Por tanto, no es una exageración decir que en Europa, 20 millones de trabajadores asalariados del «sector terciario» están trabajando, de hecho, en la producción industrial ( NDT: y que, en España, son tres millones.) En estos momentos, sólo podemos dar una cifra aproximada. Para conocer la cantidad exacta, habría que proceder a un estudio más profundo y detallado.
 «A finales del siglo 20, la mano de obra industrial perdió su posición hegemónica y emergió en su lugar una ‘mano de obra inmaterial’, es decir una mano de obra que crea productos inmateriales, como el saber, la información, la comunicación, las relaciones o las reacciones emocionales», declararon Negri y Hardt. «Pensamos que en términos cualitativos, ahora es ésta mano de obra inmaterial la que ocupa una posición hegemónica.» Los cambios ocurridos a lo largo de los últimos diez años en los sectores de la informática y las comunicaciones representan un prodigioso salto adelante en el desarrollo de las fuerzas productivas. Sin embargo, estas revoluciones tecnológicas no se hacen solas, como pretenden Negri y Hardt. La digitalización, la informática, Internet, el GPS, la telecomunicación, etc. están totalmente anclados en el sistema de producción capitalista. Según Antonio Negri, esta revolución tecnológica transformó radicalmente el trabajo e incluso lo «emancipó». «La producción aseguró incluso su influencia en los cerebros de los trabajadores.» Esto viene «del hecho de que la inteligencia – la fuerza de la imaginación, la capacidad de invención y de creación – se pone de verdad a trabajar». Concluye: «Ahora, la gente se ha adueñado de las formas, de los instrumentos, de las herramientas con los que producen la riqueza.» Esto significa que «la toma de posesión por el capital del instrumento de producción se hace imposible».

Negri olvida las relaciones de propiedad. La investigación, la informática, el desarrollo y la genética son ahora propiedades privadas. En la «sociedad del saber», no son «la inteligencia y la imaginación» las que cuentan, sino la apropiación privada del saber mediante patentes de invención y copyright. «El capital empieza haciendo preso el progreso histórico y lo pone al servicio de la riqueza», escribe Marx. Cada vez que un gigante farmacéutico obtiene una patente para una medicina, se apropia el saber científico desarrollado en los laboratorios universitarios por varias generaciones de investigadores. «La requisa por el capital es imposible», pretende Negri. Sin embargo la realidad muestra todo lo contrario. El capital se adueña en todo los terrenos del saber histórico y social de la sociedad. Al encerrar, o mejor dicho al encarcelar, el saber en patentes, la sociedad renuncia a sus posibilidades intrínsecas de progresar en el plano social.


Desde el punto de vista de la tecnología, la revolución digital marca un valioso paso adelante pero, desde el punto de vista de las relaciones de propiedad, no hay ninguna diferencia cualitativa con respecto al período en que la máquina daba sus primeros pasos. «Es indiscutible que no es la máquina la que «liberó» a los trabajadores de sus medios de subsistencia», escribe Marx, ya que «las contradicciones y los antagonismos» son «inseparables del empleo capitalista de las máquinas (…). Así, la máquina considerada en sí misma acorta el tiempo de trabajo (…), pero su empleo por el capitalista, prolonga la jornada de trabajo. La máquina en sí aligera el trabajo, pero su empleo capitalista acrecienta la intensidad del trabajo. La máquina en sí es una victoria del hombre sobre las fuerzas naturales, pero su empleo capitalista somete al hombre a esas mismas fuerzas naturales. La máquina en sí acrecienta la riqueza de los productores, pero su empleo capitalista los empobrece.»


Antonio Negri escribió: «los contactos, las relaciones, los intercambios y las aspiraciones se han vuelto productivos». Pero, por el contrario, todos «los contactos, las relaciones y los intercambios» que entran en juego en la producción sirven para acrecentar la tasa de beneficio. La flexibilización pretende disminuir los tiempos muertos y el capital muerto. El trabajo a domicilio y el teletrabajo, la vuelta al destajo, como en la época de las manufacturas, y los pagos de primas en función de las prestaciones, deben suponer un ahorro en la fuerza de trabajo. Ahorrando a la vez en el capital muerto y en el capital vivo, la tasa de beneficio aumenta. Mientras que, para los trabajadores, eso significa un aumento del estrés, las horas extras y las enfermedades.


En Hewlett-Packard en Herrenberg (Alemania), los trabajadores recibieron un teléfono móvil gratis: «Para hacer más competitivo y flexible el plan de asignación del personal, se lanzó la idea de informar por móvil a la plantilla – tanto a los trabajadores fijos como a los temporales –en las tareas deseadas por la empresa. Mediante una base de datos se generan automáticamente mensajes de texto que transmiten tanto un perfil de cualificación como un perfil personal (…) a móviles puestos gratuitamente a disposición de los empleados por la empresa.»