Empezamos esta serie de textos teóricos sobre literatura, crítica literaria y política.
¿Se puede hacer política desde la crítica literaria? En principio, la respuesta evidente es que no. La crítica literaria es una actividad que proviene del tratamiento de un texto literario. Tiene unas ciertas estrategias y tácticas discursivas que sirven a los fines de elevar la dimensión cognoscitiva o cognitiva del objeto hasta la superficie, superficie muchas veces tomada por la dimensión estética. De todas formas, negarle a una actividad una determinada potencialidad (en este caso, el de la potencialidad de operar sobre la realidad) es cercenerla, anquilosarla. Propongamos, entonces, que sí se puede hacer una crítica literaria política en forma y política en contenido, que pueda operar sobre la realidad existente.
Tendríamos que plantear que el contenido político existe desde el principio de los tiempos. Todas las tragedias trataban los problemas propios de la creación de nuevos modos de convivencia de la polis; las grandes épicas, Ilíada y Odisea, están cargadas de la mímesis de conflictos militares, políticos y de poder; lo mismo si pasamos revista a todo el repertorio de los clásicos en cada uno de los siglos. El contenido es político, entendiendo la política como actuar en favor del bien común o actuar para repercutir en el ámbito público de lo común. Por tanto, toda acción es política, ya que ninguna acción ocurre fuera del ámbito social: o está influenciada o influencia.
No basta con escribir sobre política, habría que escribir política, y vemos como el eje de la enunciación cambia, ya que el verbo escribir está ahora en cursiva, se impregnó de ella. Para una crítica literaria política, y en particular, una crítica literaria política de izquierda, es menester renovar ciertos paradigmas de la estética marxista. No porque los teóricos sean irrelevantes, si no porque su escritura no es política, es escritura sobre política. Debería apuntarse, entonces, a una forma de enunciación vanguardista. Es preciso fundar una nueva escritura, pero que exceda los márgenes de la hoja y del lenguaje. Una performance íntimamente relacionada con el lenguaje, que exija la presencia de un cuerpo. Si queremos una crítica literaria política de izquierda , tenemos que apelar a un desborde, y tal como lo hizo la vanguardia, correr un cachito los límites de lo natural. Generar un margen de diferencia degenerado en nuestra práctica.