El desafío de construir el sujeto popular para pasar a la ofensiva

28.10.2025

Milei ganó unas elecciones donde 13 millones de personas decidieron abstenerse. Pese a eso, la mayoría de quienes fueron a votar eligieron continuar con el modelo de ajuste y saqueo.

En el día de ayer se consagró con un gran triunfo LLA a nivel nacional en 16 provincias con un 41%. El oficialismo obtuvo 64 bancas adicionales en Diputados y 13 más en Senadores. De esta manera, Milei superó el tercio en el Congreso que le permite blindar sus vetos, acercarse al quórum propio y avanzar en sus reformas antipopulares y entreguistas.

 

Más allá de la evidente victoria de Milei, no puede obviarse el dato de la participación electoral: sólo el 66% de la población acudió a las urnas, siendo el porcentaje más bajo desde 1983. Es decir que 12 millones de personas no fueron a votar, lo cual representa más que los votos obtenidos por el oficialismo, que rondan en 8 millones y contando. La desafección política avanza y la democracia representativa diseñada por la burguesía se sigue muriendo.

| Los yanquis jugaron fuerte en la campaña y el peronismo hizo la plancha

Los resultados de la noche del 26 de octubre pueden explicarse por diversos factores. El terrorismo económico y financiero del gobierno parece haber sido efectivo. La población ya castigada por el ajuste quizás entendió que una derrota libertaria aumentaría sus pesares diarios para llegar a fin de mes, provocaría un descalabro en la economía y decidió darle algo más de crédito. Por otro lado, la potencia del antiperonismo sigue vigente pese a los escándalos de corrupción de Karina Milei y Espert.

Sin embargo, parece importante empezar a trazar algunas líneas respecto del campo popular que sigue en estado de atonía al menos desde 2023.

 

La campaña electoral del peronismo representado en Fuerza Patria consistió básicamente en la inacción. De hecho, se repetía constantemente que “cuando el enemigo se equivoca, no hay que interrumpirlo.” De esta forma, cuando el gobierno desbarrancó financieramente y pidió auxilio al Secretario de Estado Scott Bessent, el peronismo se limitó a algún tibio comunicado de repudio ante lo que era una clara intervención yanqui en las elecciones de nuestro país. 

 

Ante la conferencia de Trump con Milei en EEUU y la amenaza directa del presidente del Norte global, ¿acaso no ameritaba desplegar una movilización a la Embajada denunciando la extorsión imperialista? Se la pasaron repitiendo el famoso “Braden o Perón” pero se olvidaron de que, previo a esas elecciones de 1946, hubo un desborde absoluto como fue el 17 de octubre. En pleno 2025, quisieron emular esa gesta pero sin movilizar al pueblo, aferrándose a que este desastre se iba a resolver en las elecciones.

 

Pero no solo se trata del PJ y la CGT, casi todos los partidos que integran Fuerza Patria consideraron que la mejor opción era hacer la plancha (el meme “do nothing and win”) y ofrecer como respuesta a la crisis la consigna “hay que frenar a Milei” mientras se ausentaban de las marchas de los miércoles de los jubilados. Hace tiempo que se advierte esa distancia entre lo que se enuncia y lo que efectivamente se hace.

| Se abre un escenario de ofensiva del capital

La victoria libertaria ya tuvo repercusiones en EE. UU. y Trump rápidamente felicitó a Milei. La avanzada yanqui será brutal y se cobrarán los 20 mil millones de dólares a través de los recursos estratégicos del país: litio, petróleo, uranio y agua dulce aparecen en el radar estadounidense. Tampoco debería sorprender los apoyos retóricos y efectivos de nuestro país si escala la agresión de Trump contra Venezuela y Colombia. La subordinación ya era total pero ahora será inédita.

 

A su vez, Milei ya prometió el envío de un paquete de reformas al Congreso en materia previsional, laboral e impositiva. Estas medidas económicas no son más que una declaración de guerra a las clases populares y el intento de reseteo de este país. Hace tiempo que el capital local y trasnacional buscan asestarnos una derrota definitiva. Hay que despertarse de una vez: no existe la burguesía nacional en países dependientes como el nuestro. Como dijo alguna vez el Che Guevara, las burguesías autóctonas han perdido toda su capacidad de oposición al imperialismo -si alguna vez la tuvieron- y sólo forman su furgón de cola.

 

Por último, es de esperar que se profundice la represión del gobierno los miércoles en el Congreso y ante cualquier acto de resistencia. En las provincias—como ya vimos en Mendoza—hace rato que asumieron la violencia estatal como política pública.   

| Sin sujeto popular no hay salida posible

Para empezar podemos señalar que los resultados electorales también nos dejaron el desplome del falso centrismo. El invento de “Provincias Unidas” murió antes de nacer. Parece que la población castiga a quienes juegan de equilibristas cuando en realidad ya pertenecen y juegan para un bando. Siempre se elige al original.

 

Esto nos lleva a preguntarnos qué pasa con el campo popular en su más amplio sentido. Sigue entendiendo el escenario actual como si se tratase de un periodo más en la historia de nuestro país sin comprender que estamos en las puertas de una larga derrota no sólo electoral. No es un gobierno cualquiera el que tenemos, sino uno de verdadera ocupación. La figura del virreinato cuadra perfecto para el momento histórico que atravesamos; realmente estamos en peligro y la gente no lo advierte porque parece que ni siquiera nosotros tomamos conciencia de ello y seguimos en el juego fútil del internismo.

 

Resulta urgente dejar de creer que te va a salvar un dirigente de esta situación. No funciona así. Ninguna epopeya emancipatoria se produce desde la soledad de un despacho ni se resuelve desde arriba hacia abajo. Esa lógica que viene primando desde la emergencia del kirchnerismo nos ha hecho mucho daño. El motor de la historia no es el político ni el funcionario; es el pueblo movilizado asumiendo su protagonismo.

 

En estos días primará el desánimo y la angustia pero hay que salir inmediatamente de ese estado. Quizás haya que recordar que, en 1995, Menem ganó la reelección con una desocupación galopante, pero un año después irrumpió la pueblada de Cutral Có con toda su potencia y luego le siguieron diversos estallidos que fueron cultivando el clima que culminó en el 19 y 20 de diciembre de 2001. De abajo hacia arriba y de la periferia hacia el centro. De igual modo, Macri triunfó en las elecciones legislativas de 2017 con un 42% de los votos y una participación del 77% y en diciembre de ese año se encontró con una gigantesca respuesta en las afueras del Congreso cuando envió su reforma jubilatoria. Argentina es muy dinámica y cambiante.

 

La derecha parece aprender de sus errores y nosotros no. Esta vez no puede decirse “hay 2027” como ayer fue “hay 2019” porque esperar puede ser la muerte definitiva de nuestro pueblo. La entrega del país avanza demasiado rápido.

No queda otra que agudizar el conflicto. Estamos ante una avanzada colonizadora y, hasta el momento, no estamos a la altura del peligro ni del enemigo que tenemos enfrente. Vamos a decirlo por si hace falta: no es Milei, es EEUU y el capital.

 

La derrota de este sistema no se dará únicamente depositando la confianza en ingenierías electorales, roscas inentendibles o en las instituciones de un régimen colonizado. Si no va acompañado de un ciclo de irrupción popular es imposible dar vuelta esto. Lo dicen los diferentes “azos” de nuestra historia. Sin 2001 no había 2003.

 

Más que “representar”, hay que construir el sujeto popular para las luchas que se vienen. En su momento fue el movimiento de desocupados que parió la novedad del piquete. No se trata de replicar estrategias que ya están agotadas. Nunca va a ser mediante calco y copia de experiencias pasadas o foráneas, pero sí hay que recuperar la radicalidad perdida. Como dice Diego Sztulwark, el “que se vayan todos” fue el ejercicio de un poder destituyente, es decir, la multitud en la calle dijo “no”, impugnó un régimen entero y sacudió los cimientos de esa democracia neoliberal.

 

La época actual dista mucho de aquellos años y quizás no alcance sólo con impugnar porque el peligro es mayor. Habrá que construir el desborde para que el poder empiece a ver que entregar el país no es tan fácil, pero a la par de eso hay que oponer un programa que debe ser discutido horizontalmente para que pueda conectar con los que no están yendo a votar, romper la desafección y construir una nueva esperanza que debe ser revolucionaria y tener como horizonte el fin del capitalismo.

 

Animémonos a organizar una nueva gesta por la segunda y definitiva independencia y echemos a los Sobremontes del siglo XXI.