Estas no son condiciones de vida: precarizados no se puede educar

El salario básico y universal de casi el 30 % de los trabajadores en relación de dependencia está por debajo de la línea de la pobreza. Millones de argentinos y argentinas tienen que trabajar en múltiples empleos más de 12 horas por día para poder llegar a fin de mes. La sostenibilidad de la vida es un problema urgente que tenemos que discutir. Estas no son condiciones de vida, es una larga marcha de muerte.

 

En el marco de la actual marcha universitaria en defensa de la educación pública, gratuita y de calidad arrojamos algunos datos de una de las problemáticas más recientes que explican porque, aunque desde el oficialismo siguen insistiendo en asociar la lucha por la educación a razones ideológicas, el verdadero plan que intentan llevar adelante es el vaciamiento sistemático de la estructura educativa atacando al núcleo básico que permite su sostenibilidad: los y las docentes.

 

Un relevamiento de la Universidad Nacional Arturo Jauretche reveló que el 20% de los docentes universitarios en Argentina recurre a trabajos fuera del ámbito académico para poder cubrir sus gastos básicos. Entre las alternativas más frecuentes aparecen manejar en Uber, repartir pedidos en Rappi o vender cosméticos de Avon, reflejando el fuerte deterioro salarial en el sector. Desde diciembre de 2023, los docentes universitarios perdieron el 50% de su poder adquisitivo. Esta caída brutal llevó a que muchos renuncien a sus cargos o soliciten licencias, en busca de otras ocupaciones que les permitan subsistir en medio del ajuste económico.

 

Más allá del impacto en la vida cotidiana de los profesores, la crisis también golpea a la calidad educativa. La multiplicidad de trabajos paralelos resta tiempo para preparar clases, investigar y actualizar contenidos, debilitando el rol estratégico de las universidades públicas en la producción de conocimiento y el desarrollo científico.

 

El reciente veto del Gobierno Nacional a la Ley de Financiamiento Universitario deja en evidencia el intento de ahogo a las universidades públicas y a los trabajadores del sector educativo en general que golpeados por los altísimos niveles de precarización que los atraviesan se ven obligados a complementar sus ingresos con otras fuentes laborales, aún más precarizadas.

 

Si un docente con años de formación, títulos universitarios y posgrados no puede ejercer su profesión en condiciones dignas y termina siendo empujado a la deserción, ¿qué queda para el resto de los trabajadores?

 

Desde las principales federaciones de docentes universitarios y asociaciones sindicales de la educación en todos los niveles insisten en una recomposición salarial urgente que garantice condiciones dignas para el ejercicio de su labor, esa enorme responsabilidad de formar a nuevas generaciones que lejos de reconocerse en conmemorativos saludos de efemérides, necesita un reconocimiento económico acorde a su tarea