Balance de un año signado por la injerencia yanqui y la clausura de la vía institucional
Balance de un año signado por la injerencia yanqui y la clausura de la vía institucional

El año 2025 estuvo marcado por el factor electoral, legislativo y la calle. La falta de imaginación política para conectar con el malestar social, en medio de una embestida sin precedentes del capital, es una característica del momento actual. A continuación, se esbozan algunos apuntes para pensar cómo salir de la encerrona.
En los años electorales, las diversas fuerzas que integran el campo popular tienden a colocar su energía en dichos procesos. Si bien resulta lógica y necesaria la apuesta por ese camino, la realidad terminó demostrando en 2025 que, sin un proceso masivo de movilizaciones, las elecciones terminan cayendo en un sentimiento de apatía generalizado.
En las elecciones legislativas de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires que se llevaron a cabo en mayo, la participación electoral cayó al 53,3% y representó una baja histórica. La participación en CABA siempre había oscilado entre el 69% y el 85%. En ese escenario, el ganador fue Manuel Adorni representando a La Libertad Avanza que relegó a un segundo lugar al armado que encabezó Leandro Santoro bajo el nombre de “Es Ahora Buenos Aires.” La derrota estuvo lejos de sorprender debido a que la oposición era encabezada por un candidato demasiado emparentado con Alberto Fernández y la ingeniería electoral estuvo a cargo de alguien como Juan Manuel Olmos. Prevaleció nuevamente la lógica de sostener la unidad por encima de un programa.
El porcentaje de participación en CABA se asemeja a los niveles registrados en provincias que también desdoblaron sus elecciones como Santa Fe (55,6%) y Chaco (52%). En el caso de Santa Fe, hubo una novedad política a destacar. Tanto para elegir convencionales constituyentes como para concejales en Rosario, el peronismo santafesino tuvo que ceder su protagonismo a la figura de Juan Monteverde de Ciudad Futura. Lo mismo ocurrió en la elección general de octubre en la cual Caren Tepp volvió a encabezar por todo ese espacio. Se trató de una admisión por parte del peronismo de esa provincia de su incapacidad para liderar una transformación. En ese aspecto, la experiencia de Ciudad Futura, como emergencia de los movimientos sociales y su construcción mediante asambleas, resulta interesante para pensar en una renovación no sólo de caras sino también de prácticas políticas.
Entre las elecciones legislativas de septiembre en la Provincia de Buenos Aires y las de octubre hubo un hecho que distorsionó absolutamente la contienda electoral: el salvataje financiero de Scott Bessent con la correspondiente amenaza de Trump respecto al eventual colapso económico si Milei perdía las elecciones de medio término.
El peronismo también sostuvo que acontecería una corrida bancaria al día siguiente de las elecciones de octubre si Milei perdía dado que su programa era inconducente. Si bien la caracterización es correcta, fue una equivocación creer que, previo a las elecciones, se podía agitar ese fantasma. El error consistió en apostar por una crisis financiera que se lleve puesto al gobierno de Milei. Nada bueno puede salir para las grandes mayorías populares si eso ocurre. No debe ser el mercado sino la irrupción de masas lo que ponga en crisis al gobierno y su programa de ajuste permanente.
El 2025 también estuvo signado por lo que pasó en el Congreso. En el mayor momento de debilidad del gobierno de Milei, antes de las elecciones de octubre y del salvataje de EEUU, se fueron hilvanando algunas victorias legislativas. Las leyes de emergencia en discapacidad, Garrahan y financiamiento universitario fueron triunfos que se dieron mediante consenso en el Congreso. Tras los vetos del presidente se pudo insistir con dichas leyes y rechazar sus vetos a través de mayorías especiales en ambas cámaras.
Estas conquistas fueron el resultado de las luchas que dieron los sectores afectados en las calles, lo que demuestra la importancia de ocupar esos espacios y desbordar las instituciones. No obstante, pese a la promulgación de esas leyes, el gobierno suspendió su aplicación, haciendo uso de artimañas presupuestarias. En efecto, al presente, incumplen con la Ley de Emergencia en Discapacidad. El desprecio del gobierno por las formas democráticas y por los consensos básicos construidos desde 1983 es evidente. Está dispuesto a convertir derechos en letra muerta incluso si son el resultado de leyes debatidas ampliamente en el Congreso.
Luego del resultado favorable que obtuvo Milei en las elecciones legislativas, su número de diputados y senadores se incrementó considerablemente si además se le suman los bloques provinciales “amistosos”. Aprovechó esta situación para insistir con la derogación de las leyes de emergencia en discapacidad y financiamiento universitario al presentar el presupuesto. Es decir, no le alcanzó con vetar las leyes y luego incumplir con las mismas cuando el Congreso rechazó sus vetos. Si bien no pudo conseguirlo por mala praxis de sus operadores políticos, el hecho demuestra que ningún derecho está a salvo mientras Milei permanezca en el gobierno y no hay institución que pueda frenarlo permanentemente. En conclusión, el Congreso puede detenerlo momentáneamente y morigerar algunas de sus propuestas más radicales, pero es incapaz de sobrepasarlo porque no tiene una alternativa que ofrecer.
El año arrancó con la masiva movilización del 1° de febrero a Plaza de Mayo, en el marco de la Marcha Federal del Orgullo Antifascista y Antirracista. Fue una impresionante marcha en respuesta al ataque de Milei a la comunidad LGBT en su discurso en Davos. La dinámica que tuvo esa manifestación fue, probablemente, de lo más interesante que tuvo el año. Fue el producto de asambleas que, anteriormente, se dieron en Parque Lezama y en otros puntos del país para culminar en la Marcha Federal.
Bajo ese clima se pueden entender las marchas que tuvieron lugar en el mes siguiente, siendo el 12 de marzo el punto más alto. Como respuesta a las represiones producidas los miércoles, un grupo de hinchas decidió movilizarse en defensa de los jubilados. En los días previos, ya se advertía un nerviosismo llamativo del gobierno. Quizás la preocupación libertaria se debía a la aparición de un nuevo sujeto político que no era fácilmente encuadrado dentro de las ya conocidas estructuras partidarias. En efecto, el carácter plebeyo e imprevisto de ese sector movilizado con sus camisetas de clubes de futbol produjo una disrupción: la posibilidad de plantarse y ofrecer cierta resistencia callejera. De esta forma, se vieron algunos intentos de barricada en determinados puntos de la Ciudad y los manifestantes no se retiraron fácilmente de las calles pese a la brutal represión que dejó hospitalizado a Pablo Grillo.
Otro punto clave en la movilización estuvo dado por la proscripción y prisión de Cristina. Esta situación suscitó diversas marchas a San José 1111 como a la sede del PJ. Sin embargo, la marcha más importante fue a Plaza de Mayo el 18 de junio. Si bien las columnas fueron muy nutridas y culminaron con un audio grabado de la expresidenta, hubo una sensación a poco. Se aceptó mansamente una condena que había sido escrita en EEUU y adelantada por Marco Rubio sin que, en ese mismo acto, se trazara alguna perspectiva de lucha. Es más, ni siquiera se aprovechó el espacio para plantear alguna instancia deliberativa entre los concurrentes respecto de cómo seguir. La marcha originalmente estaba pensada para que se dirigiera a Comodoro Py, ante el peligro de un traslado efectivo a la cárcel. No obstante, al concederse el arresto domiciliario, se cambió el destino de la movilización y la misma perdió potencia como hecho político disruptivo.
En esta misma línea, la marcha de la CGT de diciembre contra la reforma laboral también pareció insuficiente si se tiene en cuenta el tamaño de la ofensiva del gobierno conta la clase trabajadora. La falta de un paro activo en esa jornada, sumado a la brevedad del acto convocado a las 15 hs. en Plaza de Mayo y la rápida desconcentración generaron la sensación de estar ante una marcha hecha por el compromiso de la cúpula de la CGT de cumplir con las bases que reclamaban cierta medida de acción.
Como contracara se pueden mencionar las marchas del colectivo de discapacidad. Sus intervenciones en la vida política, ante el ajuste de Milei, no se limitaron a la Ciudad de Buenos Aires, sino que han adquirido un carácter federal y niveles de audacia que deberían ser ejemplo. En ese sentido, se debe destacar la toma parcial que hicieron en octubre de la sede del ANDIS. La horizontalidad y transversalidad de ese colectivo—que también incluye a actores y actrices—alumbra un camino por recorrer. Hay una vitalidad allí que llama, positivamente, la atención. Su fuerza logró que diputados de los gobernadores de Jaldo y Jalil en el Congreso votaran en contra de los artículos del presupuesto que derogaba la ley que declaraba la emergencia en discapacidad.
Por su parte, la lucha por el medio ambiente, el agua y los bienes comunes naturales encuentra en Mendoza un caso testigo de confluencia de sectores políticos y sociales, movilización callejera y radicalidad en aumento. Si bien ya han transcurrido varias semanas de la aprobación legislativa del proyecto minero San Jorge, las marchas no cesan y, a diario, se producen manifestaciones de vecinos, asambleas ambientales, centro de estudiantes y partidos políticos. Es decir, lo genuino del reclamo es lo que da la energía suficiente para bancarse represiones y detenciones por parte del gobernador Cornejo. Asimismo, vuelven a emerger medidas creativas de lucha como las protestas en el domicilio de algunos de los legisladores que votaron favorablemente el proyecto extractivo.
Los efectos de la victoria electoral de Milei comienzan a disminuir, mientras brotan focos dispersos de resistencia que avizoran un 2026 de mayor conflictividad social. Las experiencias de lucha del Garrahan, del colectivo de discapacidad, la persistencia de los jubilados y las marchas en Mendoza deberían marcar un camino para transitar. Sin embargo, la falta de imaginación política atraviesa a todos los espacios del diverso campo popular y esto se traduce en una dificultad para leer determinados signos de la época.
Una de las certezas que podemos señalar tiene que ver con el malestar social que no logra ser capitalizado por las fuerzas verdaderamente opositoras. Esa insatisfacción no estalla, sino que implosiona y, a su vez, degrada los tejidos sociales haciendo cada vez más difícil unir las partes de una sociedad rota, agobiada por una crisis económica que ya tiene más de diez años y sólo tiende a empeorar.
En ese contexto, el pluriempleo para poder llegar a fin de mes y los niveles de endeudamiento de las familias son los vectores de la desmovilización y la apatía reinante. Resulta muy complicado para una sociedad poder seguir detenidamente los acontecimientos políticos cuando su preocupación radica en poder pagar la tarjeta de crédito tal como lo revela este informe. Las deudas, en su mayoría, son para la compra de alimentos, seguidos por indumentaria, combustible y servicios. También se piden préstamos personales para pagar el alquiler. Esta situación contamina la democracia, debido a que no sólo disminuyó la cantidad de votantes, sino también la debilita como herramienta de participación política. Esto es aprovechado por el gobierno de Milei que logra fidelizar su base gorila (histórico votante macrista) mientras las mayorías populares se encuentran dispersas y tratando de pagar sus deudas.
La democracia se deteriora porque ya no es un valor en sí mismo para buena parte de la población ajustada, además del ataque ininterrumpido de las clases dominantes que la considera incompatible con el capitalismo. Por tal motivo, el campo popular no puede quedar aferrado al estatus quo y debe pensar en formas para radicalizarla, tanto en lo programático como en la forma de ocupar el espacio público.
Si realmente queremos sintonizar con el malestar social, probablemente aquí haya una punta para desarrollar. Se deben pensar políticas para el desendeudamiento de la clase trabajadora, de forma tal de poder mostrar un horizonte posible, traerlos a la discusión como sujeto político y organizarlos. Hay que hacer un trabajo militante para explicar que sus deudas no son culpa de ellos, sino del modelo económico libertario, potenciado por tasas de interés altísimas y caída constante del poder adquisitivo.
De esta manera, la tarea fundamental es politizar el malestar, darle cauce político a la insatisfacción que hay por abajo para producir una novedad que ponga en cuestionamiento el sistema actual de las cosas y eso sólo puede ocurrir con nuevas formas de protagonismo social. No le podemos regalar a Milei el monopolio de la “bronca contra los políticos” ni dejar que manipulen la frustración de la sociedad para hacerla pelear entre ella. Hay que agitar esa bronca y direccionarla hacia arriba: hacia la casta política hoy gobernante y hacia los representantes del gran capital que son sus verdaderos mandantes.
La construcción debe ser colectiva no sólo para conservar conquistas del pasado que hoy están en peligro, sino para desear un modelo de país radicalmente distinto. Necesitamos escuchar más y bajar menos línea al pueblo porque no se trata de discutir verticalmente conducciones y liderazgos. Todo eso quita fuerza, limita la imaginación y la creatividad. Ni siquiera es el momento de “representar” sino de ensayar formas de irrupción del poder popular. Cualquier mecanismo de institucionalizarlo, en estas condiciones, indefectiblemente terminará siendo una suerte de expropiación de esa potencia plebeya.
Las grandes mayorías populares tienen que recuperar la iniciativa histórica, construir pensamiento crítico y abandonar los dogmatismos. La unidad a militar es aquélla que viene desde y con los de abajo. Debe ser una unidad que se encuentre en la calle y no entre dirigentes. Sólo así podremos volver a construir comunidad y dejar atrás divisiones que sólo benefician a los enemigos. La lucha por el agua en Mendoza nos señala una transversalidad a estudiar, al igual que la del colectivo de discapacidad o el Garrahan, cuyo caso además es ejemplo de victoria. Por su parte, los aceiteros también nos muestran que luchar sirve.
En “Apuntes para la militancia”, John William Cooke sostuvo que “la teoría política es un instrumento de las masas para desatar la tremenda potencia contenida en ellas y que no les llega como un conjunto de mandamientos dictados desde las alturas, sino por un proceso de su propia conciencia hacia la comprensión del mundo que han de transformar.”
El 2026 deberá ser el inicio de un ciclo de movilizaciones populares para discutir horizontalmente las herramientas más eficaces para enfrentar la ofensiva del capital y del imperialismo yanqui aquí y en toda la región. Como dijo Cooke, confiamos en la toma de conciencia de nuestro pueblo al calor de las luchas venideras para descifrar la época que atravesamos y para producir la transformación social que deseamos.