Un estudioso de los procesos de dolarización de la región, el economista Pablo Dávalos, explicó que los bienes de consumo se volvieron inaccesibles para la mayor parte de la sociedad y la desigualdad, que era un problema estructural en estos países, terminó consolidándose.
Desde otra perspectiva, uno de los efectos más negativos que tuvo la dolarización fue la destrucción de la industria local y -por lo tanto- la generación de empleo.
“Los países dolarizados se convirtieron en economías importadoras de productos”, describió Dávalos.
Al analizar los tres países, el diagnóstico de Dávalos es bastante duro.
Ecuador vive de la exportación de materias primas, explica, principalmente petróleo, mientras que El Salvador vive de la exportación de su fuerza de trabajo.
“El principal producto de exportación de El Salvador son los migrantes”, apuntó.
El Salvador vive principalmente de las remesas que envían los inmigrantes desde el exterior.
“El Salvador ha tenido que asumir un enorme costo social. Ha pagado la dolarización con el dolor de los migrantes”, señaló el economista.
La dolarización contribuyó a que el país viva de las remesas que envían los salvadoreños desde el exterior, un problema que acentúa su dependencia de la mayor economía del mundo.
“Y Panamá se convirtió en un paraíso fiscal donde tienen sus cuentas los mafiosos del mundo”, aseguró.
Otro aspecto complejo de la dolarización es que los países tienen muy pocas herramientas para defenderse de los shock externos, porque no pueden ajustar el tipo de cambio para suavizar el impacto de los ciclos económicos.
Por fuera de Latinoamérica, otro de los ejemplos de países que dolarizaron su economía es Zimbabwe, uno de los países más pobres del mundo con un 70% de su población bajo la línea de pobreza.