El avance de la ultraderecha es un hecho inminente. Queda poco tiempo para evitar su ascenso al poder. Empezamos la guerra de posiciones.
Por Brian Cienfuegos.
Si Alberto Fernandez es un presidente en salida, cuyo mandato ha pasado sin penas ni glorias, la resignación no puede llevarnos a ser meros espectadores de cómo el cambio por derecha otra vez se hace realidad. Si el PJ y su estructura no pueden dar una respuesta ante la corrida del escenario electoral de su jefa polìtica, habrá que buscar instalar otras candidaturas que discutan, más que listas, programa. Pero si hablamos de instalar, no podemos redimirnos a un cartel que diga Juan 23: hay que salir con fusiles cargados de relato a combatir la narrativa de la ultraderecha e instalar la nuestra, la de una izquierda popular y radicalizada.
Ojo a reducirse solo al relato, porque ahí están los spots del Nuevo MAS que son tomados como un meme audiovisual por construir una identidad basada en un supuesto anticapitalismo, que seria el reemplazante de la categoría socialismo, según su lógica. Repiten hasta el hartazgo “anticapitalismo” y las palabras “juventud”, “clase obrera” e “izquierda”, y el obrero del común los ve como unos nenes de Puán que juegan a ser candidatos a cargos ejecutivos y legislativos.
Claramente el NMAS no comprende del quehacer político y piensa que las guerras de posiciones se ganan con panfletos, pero no son los únicos en esa dirección. Muchos de los nuestros, que no temen a la palabra socialismo pero hacen una mala interpretación de ella, siguen discutiendo entre sí, sea por armado de listas o por medírsela a ver quién es más o es menos marxista. Y acá, cuando hablo “de los nuestros”, incluyo al trotskismo.
La guerra de posiciones
El problema con la guerra de posiciones desde la izquierda es que, o bien la reduce a meros relatos superficiales, o se enreda en discusiones de las cuales solo nosotros podemos formar parte por la complejidad del lenguaje. No se trata de decir que el obrero es un analfabeto, pero es una obviedad que no comprende de categorías y teorías políticas profundas, y menos del marxismo que es literalmente un método científico (socialismo científico dijo Marx).
Pero, aun cuando se supera estos problemas, los compañeros de la izquierda popular – o centro izquierda si se quiere – tienen razón en algo: los marxistas proponemos algo imposible de aplicar a la realidad, la dictadura del proletariado (aunque se le camufle con otros nombres).
Me explico: mientras Patria Grande propone tierra, techo y trabajo, nosotros proponemos la socialización de los medios de producción. Lo primero es posible, lo segundo, y la historia lo demuestra, requiere de largas etapas. En este sentido, la izquierda marxista le miente a sus militantes y al público que busca interpelar, porque promete algo que luego no puede cumplir por las propias condiciones materiales de existencia.
Por eso, es bien sabido que los sectores más coherentes de la izquierda como el Partido Obrero, el PTS o el MST, utilizan el famoso “programa de transición” más para sumar militantes e ir acumulando fuerzas en los órganos legislativos que buscar la toma del poder y el control del poder ejecutivo. No obstante, la clase obrera no busca un “programa de transición”, busca reformas aquí y ahora.
Reformismo o transición, una discusión bizantina
Aquí hay otro problema, proponer políticas a corto plazo y coherente con las condiciones materiales de existencia, históricamente para la izquierda marxista, es “caer en el reformismo”. Para ellos siempre se ha tratado del “todo o nada”, al menos discursivamente, porque desde el Congreso todos los proyectos que han presentado se podrían categorizar como “reformistas”.
Esto a nosotros nos tiene sin preocupaciones, somos históricamente categorizados de “centro-izquierda” y “revisionistas” del marxismo por proponer un programa mínimo y urgente y no uno de transición. Entonces, hay que ir hacia ellos, entender que en la guerra de posiciones implícitamente vamos a tener que enfrentarnos a compañeros, como los trotskistas y ciertos estalinistas o maoístas que, depende el contexto histórico, recaen en las estrategias trotskizante que ni Rosa Luxemburgo (que estaba a la izquierda de Trotsky) aprobaría como la estrategia correcta.
Y ahí es donde aparece el tiempo, lo apretado que estamos si hablamos de ganar o por lo menos revertir la paliza táctica que nos está dando la derecha este año. En primera instancia, muchos de nosotros apoyaremos a Grabois no porque nos convenza Patria Grande y su programa de Argentina Humana, sino porque creemos que cumple con ser un programa mínimo y urgente.
Luego, también aparece la necesidad de unificar todas las fuerzas progresistas en una sola candidatura progresista, para poder hacerle frente a la ultraderecha galopante. Es justamente la falta de tiempo la que nos lleva a doblar, dar marcha atrás y empezar por lo que hay y con lo que se puede. Pero sabemos que, para ganar, hace falta instalar y disparar balas.
¿Hacia dónde vamos?
Cuando hablo de instalar, hablo de mostrar el programa mínimo y urgente como algo serio y no un panfleto propagandístico de la izquierda que salió de Puán. Hay que explicar por qué el programa es totalmente aplicable y qué respuesta le da a los problemas de la clase trabajadora y las Pymes, sectores mayormente afectado por la crisis. Pero, cuando empecemos a instalar, las balas por izquierda y derecha van a llover, y habrá que responderle con balas, como si en un frente de guerra estuviéramos parados.
Por derecha no les queda otra que disparar con manipulaciones, fake news, y si les pinta, ¿por qué no?, haciendo afirmaciones con información que literalmente se la inventaron en el momento. Por ejemplo, “Juan Grabois expropia tierras con ayuda del Estado para dársela a los mapuches, que son todos chilenos” (además de falsa información, racismo y xenofobia). Esto es fácil de combatir: las únicas balas que tendremos que disparar son las balas de la verdad, los datos están a nuestro favor, aunque sepamos que no siempre el público elegirá creer información chequeada.
Lo difícil viene por izquierda, porque es cierto que optar por un programa mínimo y urgente no solo implica ceder, sino también caer en contradicciones. Aunque esto por derecha es lo mas fácil de resolver puesto que la política es contradicción en escencia, los izquierdistas siempre apelarán a los sentimientos y la moral.
Moralmente está mal ceder, hay que apostar por las mismas consignas que Marx, Engels, Lenin y Trotsky, Stalin o Mao (según la tendencia) elaboraron hace casi 100 años atrás, de lo contrario se cae en el reformismo y en el revisionismo. Para responder a estos disparos, mas que información y datos hay que recaer en la teoría, demostrar que uno es socialista, está formado y tiene fuertes argumentos para defender las etapas por sobre el todo o nada izquierdista. Por eso y porque, a pesar de todo somos compañeros, éste es un frente mas difícil de encarar y la batalla no es tan hardcore.
Unificar las fuerzas afines
Ahora bien, uno tiene que entender los intereses. Detrás de la autoproclamada izquierda más radical, como de la derecha más reaccionaria, hay un interés común en la guerra de posiciones, y ese interés es sumar cuanto más soldados al frente de batalla. Ellos tienen estructura y nosotros no.
Grabois es un compañero que no pertenece a nuestro movimiento (marxismo-leninismo). En cambio, tienen a sus dirigentes, quienes no van a caer en el enrosque de las discusiones sobre teoría o datos, pues ésta es una tarea de los militantes de base. Por eso es que nosotros debemos reestructurar nuestro movimiento y consolidar líderes, pero bueno, eso no va pasar a corto plazo, así que tomemos los intereses del sector de izquierda progresista (Patria Grande y aliados) como nuestros intereses para poder equilibrar desde dónde y hasta dónde dar la guerra de posiciones.
Y acá quiero mencionar algo importante, no todo movimiento obrero es aliado. Por ejemplo, CCC y Evita muchas veces juegan para la CGT y el sector mas reaccionario de la derecha peronista. Sin embargo, otros sectores obreros, que están alineados fuera del espacio que buscamos instalar, sí son aliados importantes. No en términos electorales pero sí en lo que los marxistas comúnmente llamamos “Frente Único”.
Con esto quiero decir que, ni el Polo Obrero, ni el Teresa Rodriguez (MST), ni Rebelión Popular, ni el MAC (PTS), ni Barrios de Pie, entre otras organizaciones que forman la Unidad Piquetera, son nuestros enemigos. De hecho, el sector de izquierda de la UTEP suele articular con la UP por que hay muchos intereses en juego que nos interpelan.
Otros ejemplos de esto último que menciono son las luchas por soberanía nacional y el derecho a la tierra. La protesta con movilización a Lago Escondido debe ser apropiada por nosotros, tanto la que hizo Patria Grande como la que hizo el MST. No solo porque son la misma lucha, sino también porque en la vereda del frente hay unidad entre los sectores de derecha para unificar el discurso en defensa del magnate Lewis y su violación a la soberanía nacional.
Sabemos que existe un fallo de la Corte que impide bloquear los caminos a lagos, y Lewis abusa de su poder para no acapararlo. Cuando se trata de soberanía nacional, hasta sectores del peronismo de tercera posición son aliados nuestros.
Conclusiones
La derecha ha crecido porque unificó su relato, aprendió a negociar y ceder en la disputa interna de intereses y, por supuesto, construyó una narrativa y una cultura muy fuerte, lo que ha forjado una base política difícil de quebrar. Querer reducir a la derecha, con el poco tiempo que nos queda, es una pérdida de tiempo. Ni el centro puede moverle un cachito de consciencia a sus militantes.
Ahora bien, no son tan fuertes como se presentan. Cualquiera en una foto o video armado parece tener fuerza, pero Argentina es un país enorme. En este sentido es importante, más que reducir, ponerle un techo a la derecha, pararle la mano y construir nosotros un movimiento más grande que pueda impedir que el país tenga su primer gobierno de ultraderecha.
Para esto es importante la guerra de posiciones, con nuestros enemigos de clase y con nuestros adversarios políticos, que en muchas ocasiones pueden ser aliados. Se trata de comprender al enemigo y las jugadas que utiliza para debilitarlo, de entender quién es aliado y en qué momento golpear juntos. Es necesario proponerse objetivos a corto, mediano y largo plazo, como así también saber cuándo retroceder y cuando avanzar.
Entonces, si el enemigo hoy es la ultraderecha, no podemos ver como enemigos a combatir al sector progresista del FdT (léase Patria Grande) ni mucho menos a la izquierda trotskista. Tampoco podemos perder de vista la necesidad de construir una narrativa de la izquierda radical, como ya hemos mencionado.
Al fin y al cabo, una guerra es una guerra. Sea bélica, mediática o de posiciones políticas, para ganarla hay que ser estratega.