El 12 de abril de 1997, la vida de Teresa Rodríguez, una joven trabajadora de tan solo 24 años, fue brutalmente truncada por la violencia policial. Teresa no era militante, pero su presencia en la Ruta Nacional 22, observando la feroz represión contra docentes y trabajadores desocupados que exigían salarios dignos y oportunidades laborales, la convirtió en un trágico símbolo del nacimiento del movimiento piquetero en la región.
La década de los 90 había dejado una profunda herida en el tejido social de Cutral-Có y Plaza Huincul. La privatización de YPF, la principal fuente de empleo, arrojó a miles de familias a la desesperación. Ante la ausencia de respuestas estatales, la comunidad se organizó y la protesta se convirtió en la estrategia popular frente a la desidia neoliberal planificada.
La primera pueblada de junio de 1996 marcó un punto de inflexión. La firmeza y la unidad de los vecinos lograron frenar la indiferencia gubernamental y sentaron las bases para una nueva forma de lucha. Fue en esas jornadas donde comenzó a forjarse la identidad piquetera, un colectivo dispuesto a resistir en las rutas para hacer oír sus demandas, a circular la solidaridad y tender redes desde abajo.
Un año después, en abril de 1997, la llama de la protesta se reavivó. Esta vez, fueron los docentes quienes alzaron su voz en reclamo de salarios justos, acompañados por los ex trabajadores de YPF, los fogoneros (jóvenes de los barrios precarizados), las mujeres y los estudiantes. Los cortes de ruta sobre la estratégica Ruta 22 se convirtieron en el escenario de una lucha desigual contra un gobierno que respondía con amenazas y represión.
El 12 de abril, la brutalidad policial se desató sin piedad. Gendarmería y la policía provincial arremetieron contra los manifestantes, dejando un saldo de más de 30 heridos y una víctima inocente: Teresa Rodríguez. Una bala de plomo la alcanzó mientras presenciaba la violencia, convirtiéndola en un doloroso testimonio de la violencia estatal.
Desde aquel día, sus padres han mantenido viva su memoria, luchando incansablemente por justicia. Sin embargo, la causa por su homicidio permanece impune, una herida abierta en la historia de la lucha social neuquina.
Teresa Rodríguez, aunque no militante, encarnó el espíritu de una época marcada por la desocupación, la crisis social y la represión. Hoy, su nombre resuena en las consignas de numerosos movimientos sociales que la levantan como bandera, exigiendo justicia y reivindicando su memoria. Hoy enfrentamos la crisis y la desocupación nuevamente, nuestra tarea es recuperar las luchas populares pasadas como parte de nuestra estrategia.